• 29 de marzo de 2024, 4:52
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¿Vamos a seguir siendo cómplices e indiferentes?

Por Jorge Elbaum

25 de noviembre: Día internacional de lucha contra la violencia hacia las mujeres

 

Hoy se recuerda el triple asesinato las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, Las tres fueron brutalmente asesinadas en 1960 por el régimen del dictador Rafael Leónicas Trujillo en República Dominicana.

¿Qué dice una fecha? Subraya que somos nosotros, los varones, los victimarios. El día, la conmemoración luctuosa habla de varones tocándole el culo a las mujeres en los colectivos. Murmura piropos agresivos en las calles. Estipula el miedo de millones de compañeras perseguidas por la prepotencia cobarde de quienes disfrutan perversamente de infundir terror callejero.

Habla de vínculos violentos hogareños, de abusos silenciados, de vergüenzas ocultadas por la censura familiar.

Estipula que el 97 por ciento de las veces las víctimas “del hogar” son mujeres y niñxs y que --empecinadamente— el victimario es únicamente el varón.

Pronuncia las cadenas de una cultura incorporada, hecha cuerpo, donde la mujer asume el lugar de una propiedad manoseable, usable, descartable a la que puede encerrarse, insultarse, extorsionarse económicamente, inferiorizarse y  golpearse.

Una cosmovisión que instituye una conjunto de prácticas que concluye en el obligatoriedad de la mujer a la responsabilidades del cuidado, las tareas hogareñas y el concomitante enclaustramiento en la vida privada.

Que difunde una pseudo comicidad instituyente que arraiga etiquetas y ridiculiza al mundo femenino encajonándolas en submundos de la debilidad mental, la emocionalidad infantil, la brujildidad perversa, la lingüística bífida.

Habla de la violencia económica cariocinética, que se ejerce en el hogar, en el control de los ingresos y gastos familiares y que se extiende al mercado laboral con diferencias salariales pro igual trabajo.

Habla también del desprecio sistemático de los múltiples feminismos. De sus históricas herramientas –desarrolladas bajo presión y pesecusión brutal-- de emancipación humana, cuya irrupción no solo postularon la equidad de género sino que permiten la mejora social del colectivo humano.

Ya no podemos hacernos los imbéciles, caricaturizando sus sufrimiento, sus luchas y sus conquistas.

Ellas están acá. Ya no son invisibles. Y aunque las sigan matando acá y en todo el mundo, nos mostrarán --con sus llagas y sus moretones-- que no se van a callar nunca más. Deberá ser la hora de ir abandonando la indiferencia, el privilegio y el Parnaso de la complicidad.

Llegará la hora –más temprano que tarde-- de asumirnos como compañeros de una lucha que exige superar la postergación de aquellas que han sido postergadas durante milenios. Revolución que también nos liberará a los varones de continuar siendo los socios oscuros de una victimización serial

 

Habrá, con esfuerzo, que desaprender la masculinidad que nos impusieron. Habrá que desprenderse de los hábitos sádicos que nos han inculcados sobre los que se monta una pretendida masculinidad legítima, definida a partir del control y el sometimiento a otrxs.

Parece no haber más lugar para el silencio. Nuestra indignación tiene que instalar nuevas formas de la masculinidad. No todos se dan por aludidos:  las siguen abusando, acosando, limitando, violando. Las siguen atemorizando, las siguen asesinando, las siguen encerrando. Y nosotros sin indignarnos, sin iniciar las batallas necesarias para que este genocidio por goteo finalice de una vez por todas. Deberá llegar el momento en quienes tengan miedo sean los portadores de esas viejas masculinidades que se regodean en el daño. Algo vamos a tener que hacer. 



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