• 20 de abril de 2024, 3:45
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Enfermedades mentales según la cosmovisión Inca

Por Darío Cavacini

...Conocemos la historia de los que gritaron tierra,
pero no de los que gritaron barco…
Tharabichi

Muchas de las costumbres y tradiciones de los Incas se conocen a través de los cronistas europeos de la conquista. Este hecho supone una enorme dificultad porque existe muy poca información que haya sido recolectada sin ese filtro con las consecuentes limitaciones del lenguaje eurocentrista para su traducción. Sin embargo, la obra de Felipe Guamán Poma de Ayala, quien era descendiente de una familia noble de Huánuco y se había criado entre españoles, proporciona una de las visiones más fidedignas y originales sobre la vida cotidiana en el Imperio Incaico.

Entre 1613 y 1615, Poma de Ayala redactó una crónica general de Perú que marcó su vida y hechó luz sobre aspectos desconocidos o tergiversados de la cultura andina. La misma, que finalmente adoptó el título de Nueva Crónica y Buen Gobierno, constaba de 1190 páginas y 496 ilustraciones que abarcaban desde la creación del mundo según la cosmovisión de los Incas, hasta la conquista española, entremezcladas con fuertes denuncias sobre las atrocidades realizadas por los enviados de la corona.

Como es de imaginarse, el manuscrito, que hacía una férrea defensa de la cultura originaria de aquel pueblo e intentaba poner un freno a los abusos, no llegó nunca a manos del Rey Felipe III de España y sus súbditos ordenaron destruirlo y encerrar a Poma de Ayala. Pero una vez recuperada su libertad y como forma de resistencia, pasó los últimos tiempos de su vida reescribiendo en secreto todo el material que se había perdido. El mismo fue descubierto casi trescientos años después en la biblioteca de Copenhague por el coleccionista Richard Pietschmann y recién salió una versión definitiva en español en 1973.

La crónica, escrita mayoritariamente en quechua, aymara y castellano antiguo, permite reconstruir con gran detalle aspectos de la sociedad peruana pre y pos hispánica. Entre ellos, relata cómo era su medicina, las plantas utilizadas, la relación con los espíritus y la incidencia en la comunidad de las enfermedades en general y de las enfermedades mentales en particular.

En la medicina Inca, un hecho fundamental que determinaba el tratamiento posterior era el conocimiento de las causas del sufrimiento y no sólo el alivio de los síntomas. En su concepción, una enfermedad podía ser el resultado de una relación alterada, no armónica, con las fuerzas naturales que actuaban mediante la intrusión de un cuerpo extraño o un espíritu maligno, como resultado de la influencia de un enemigo, del conflicto entre familias o del castigo de los dioses por haber infligido algún tabú.

A las enfermedades causadas por la voluntad de las divinidades se las consideraba difíciles de curar por la potencia que implicaban los designios de los dioses. Si la disfunción la causaba una enfermedad cuyo diagnóstico se atribuía a una posesión a manos de espíritus, los esfuerzos se centraban en hacer inhabitable ese cuerpo para que pueda liberarse. Ese proceso llevado a cabo a través de rituales conducidos por chamanes, a veces era a costa de la propia vida del padeciente ya que se privilegiaba el bienestar colectivo por sobre el individual y las posesiones ponían en riesgo la vida comunitaria en su conjunto.

Las discordias causadas por rivalidades locales o conflictos intrafamiliares por su parte, también podían crear enfermedades entre los individuos y/o familias. En estos casos, se consideraba que el conflicto, por la influencia de deidades o espíritus ajenos, había generado que el camaquen (o fuerza vital que habitaba todo cuanto existiera en la tierra) saliera del cuerpo del padeciente para resolver esa problemática, lo que en general se traducía en estados melancólicos.

El tabú , para esta cultura, era lo que se imponía por el horror sagrado de un goce desconocido, una ley sin fundamento impuesta por fuerzas sagradas, era lo opuesto a la ley simbólica que daba un orden a la convivencia. Quien transgredía un tabú se convertía él mismo en un tabú y se exigía su expiación. Faltar a su elevado código ético-moral era con frecuencia una causa de enfermedad.

Clasificación

Entre las enfermedades mentales más comunes, estaba la Waca Macasca, que significa literalmente “atacado por la huaca” y era, según los curanderos, una de las aflicciones de mayor prevalencia en ese pueblo. El concepto de huaca se utilizaba para designar a todas las sacralidades fundamentales vinculadas con la muerte: templos, tumbas, momias, lugares y animales sagrados, los propios antepasados e incluso a las deidades principales como el sol y la luna.

Waca Masasca encuentra su paralelo en el español como melancolía, pero de hecho la amplitud de su significado no está clara porque no existen términos en nuestro idioma que puedan traducirla en toda su inmensidad ya que está íntimamente ligado a la cosmovisión incaica del mundo.

Aunque los padecimientos de pérdida de fuerza vital (o depresivos) era de los más frecuentes, hay varias emociones fuertes asociadas a ellos como el temor y la ansiedad que eran consideradas dañinas para el cuerpo y la mente. Tales estados también eran entendidos como supresión del alma a manos de espíritus ajenos o deidades muy potentes.

Se ha descrito asimismo a la Taqui Oncuy, que era traducida como enfermedad del baile o enfermedad cantante. Se asociaba con el temblor, la caída al suelo y la incapacidad de contener los movimientos, lo que hacía que fueran considerados como posesiones demoníacas. En muchos casos, esos estados, terminaban con los padecientes arrojándose contra las rocas o saltando a los ríos como una ofrenda a las fuerzas sobrenaturales que habían tomado sus cuerpos y sus mentes. Los cronistas españoles han traducido esos estados como manía o locura furiosa.

Luego de la conquista, el término Taqui Oncuy fue utilizado también para designar a un movimiento de resistencia Inca contra la corona, encabezado por los sacerdotes que anunciaban la resurrección de las huacas y el regreso del reinado del Inca.

En la crónica de Poma de Ayala se indica que algunas enfermedades mentales eran inducidas deliberadamente. Los hechiceros-herbolarios eran expertos en causar daños a otros, tenían conocimiento sobre venenos que podían llevar a la muerte pero también sabían cómo generar una discapacidad mental o física según lo desearan. El chamico era una planta conocida por su efecto de alterar la mente, era utilizada con fines festivos pero si se empleaba en grandes dosis, mezcladas con agua o licor, tenía la capacidad para inducir estados alterados de la mente, inhabilitar los sentidos y causar daños físicos permanentes.

Tratamientos

Los tratamientos consistían en una mezcla de métodos mágicos-religiosos, trepanaciones y la administración de plantas medicinales a cargo de los hechiceros-herbolarios, chamanes y curanderos.

Quienes realizaban dichas prácticas eran conocidos como Kallawayas y tenían la función de identificar el origen y la gravedad de la enfermedad. Ellos practicaban la limpieza del espíritu y cuerpo de las personas, a través del uso de hierbas, semillas, flores frescas y secas, menjunjes con el sebo de algunos animales considerados sagrados como la serpiente, oraciones, música, danzas, cantos, ofrendas y rituales de comunicación con los dioses.

Los curanderos y chamanes, podían además usar la adivinación o recurrir a la confesión del padeciente para llegar a conocer a sus enemigos o los tabúes infringidos. Algunas veces se recurría a la succión de la enfermedad para extraer el mal, se soplaba para que se aleje y luego se extraía la sangre del enfermo como ofrenda a los dioses.

Las prácticas quirúrgicas, llamadas trepanaciones, también eran comunes. En ese caso, se perforaba la capa ósea del cráneo para extraer de su interior las causas de la enfermedad, asociadas a la posesión del cuerpo y la mente por parte de espíritus ajenos. En esas intervenciones se utilizaban como anestésicos principalmente bebidas a base de plantas medicinales como la coca, el cactus de San Pedro y el maíz que generaban un estado de adormecimiento. Si morían durante el procedimiento, tapaban la pequeña abertura con láminas de oro o plata, o con el caparazón de calabazas. A pesar de que sus instrumentos quirúrgicos eran sencillos, sus conocimientos en este tema han sido de gran utilidad para el posterior desarrollo de la neurocirugía occidental.

Cuando el origen del padecimiento afectaba a algún tabú, la participación solidaria de la comunidad en los ritos de curación constituía el mayor recurso de poder curativo. El tabú era producto de una fuerza especial mágica inherente a ciertos espíritus y/o personas, siendo susceptible de ser trasmitido por medio de mediación de objetos inanimados. El tabú corresponde al carácter de lo sagrado (o impuro) de comunidades u objetos, cuya naturaleza es la prohibición de ciertas conductas individuales por sobre lo colectivo.

En relación a las plantas utilizadas, se estipula que unas quince eran las que se usaban con fines terapéuticos diversos. Principalmente las hojas de coca, la uña de gato, la ortiga, la quinoa, el paico, la maca, y la hercampuri tenían fines medicinales muy importantes para la vida cotidiana, como anti-cancerígenas, diuréticas, anti-infecciosas, cauterizantes, anti-febriles y para estabilizar los estados anímicos.

Específicamente entre las plantas utilizadas para tratar padecimientos mentales, se destacaban las semillas de huayruro y el árbol de siaya.

Las primeras eran utilizadas en muchas ceremonias, ya que su alto valor protector hacía que ninguna presencia maligna podía acercarse a esa planta y por consecuencia tampoco a quienes la portaban. Se ponían alrededor del cuello, a modo de collar, o alrededor de las muñecas como una pulsera, para deshacerse de la melancolía atraída por presencias dañinas.

Se creía que el polvo extraído de los frutos del siaya untado sobre el corazón podría ayudar a curar los estados melancólicos, restableciendo el camaquen. También era utilizado como protector del ánimo en niños y niñas desde el momento del nacimiento, ya que se creía que por su fragilidad estaban más expuestos a ser dañados por presencias extrañas.

La medicina natural Incaica fue considerada como brujería por la mayoría de los cronistas españoles quienes se basaron sólo en su visión eurocéntrica del mundo, desestimando por completo la rica cosmovisión andina. Sin embargo, con el paso del tiempo, se comenzó a poner en valor la enorme eficacia terapéutica que tenían algunas de las plantas empleadas y sobre todo, los descubrimientos realizados en torno a las trepanaciones que sirvieron para el desarrollo posterior de la craneotomía, utilizada por la medicina occidental para extraer tumores, coágulos, reparar fracturas u otras afecciones.

La crónica de Poma de Ayala ha sido clave en la revalorización de lo incaico, en especial de su medicina, ya que permitió ampliar los conocimientos que se tenían respecto a este tema, vinculándolo al sistema de creencias propio de esa ancestral cosmovisión. El hecho de haber pertenecido y defendido a esa cultura, le dio la posibilidad de ahondar con mayor profundidad en diferentes aspectos fundamentales, contraponiéndose a la historia que los enviados de la corona han impuesto durante más de cinco siglos.

Fuente: Revista Topía

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