• 18 de abril de 2024, 3:04
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El día siguiente al 14 de noviembre

Por Ricardo Rouvier*

Según lo que ocurra el 14 de noviembre se abrirán diversas alternativas en el horizonte político nacional. La incertidumbre genera una doble focalización; una sobre el día de la elección; y otra, el día siguiente. Si se revirtiera gran parte de la elección sería aliviadora para el espacio turbulento del Frente y el gobierno. Aunque las expectativas de la gran mayoría de la población y la dirigencia son de replicación de las tendencias que se expresaron el 12 de setiembre.  

En las PASO, como ocurrió en el 2019 con el oficialismo de entonces, la voluntad política colectiva se expresó con crudo realismo sobre las insuficiencias de la gobernabilidad. Lo primero que uno hace es calcular los daños en el espacio del oficialismo. En esta oportunidad, a diferencia del ´19, quedan dos años por delante, en que las principales fuerzas políticas, la  que gobierna y la opositora, sufrirán diversos cambios internos pero con un horizonte diferente. Una de las consecuencias posibles de carácter institucional sería que el Frente pierda bancas en el Senado y no pueda asegurar el quorum propio, lejos ya de controlar los dos tercios. Si eso ocurriera, debilitaría el peso que la Vicepresidenta tiene en ese cuerpo y se angostaría el corredor de diálogo con los gobernadores. Habría también afectación en la interrelación de los socios del Frente, cada uno con sus diversas lecturas sobre la realidad y lo deseable. El tronco común del peronismo nunca es suficiente, sobre todo, si no hay una conducción única.

En principio, la faltante de dos años para completar el mandato es mucha considerando que la imagen del gobierno, la gestión, la situación socioeconómica y el acuerdo con el FMI, son datos duros que marcan las grandes dificultades existentes y por venir. Si hubiera reconversión sería en parte por el  rechazo que produce el protagonismo de la figura de Macri, y una vuelta del peronismo a los territorios abandonados para las PASO. La preminencia de la dedocracia sobre la disputa democrática en las primarias perjudicó al peronismo.

La coalición gobernante muestra ante el veredicto del sufragio que sus partes exhiben independencia relativa. Se destaca en esto el kirchnerismo que, con frecuencia, interpela al propio gobierno, del cual forma parte. El gobierno y el Frente están constituidos por espacios de los cuales la fracción comandada por CFK tiene el mayor peso legítimo, debido al caudal de votos. Los estudios de los resultados indicaron que en las PASO este caudal K se redujo, y que la base electoral de Massa desapareció.

Observamos en las dos coaliciones la presencia de dos fuerzas interiores que aprendimos de la física: la presión centrífuga y centrípeta. La centrífuga es la fuerza que presiona hacia afuera del centro, que representa la unidad de las partes. Cada una de las fracciones que integran la coalición tienden a identificarse como una entidad diferenciada del grupo. Para eso, tienen sus propios dirigentes que presionan con sus propias convicciones y discursos diferenciándose del resto de los socios. Hay otra fuerza contraria a la anterior, centrípeta, que se moviliza hacia adentro, hacia el centro del Frente; hacia la unidad. Sabe que la unidad es una fuerza electoral ganadora y apuesta a eso. Esta dinámica ha acompañado al peronismo desde sus inicios, pero durante su agitada vida atravesó diversos momentos en que ambas fuerzas rompían el equilibrio y se centrifugaban los sectores. En una parte de su historia Perón fue el único conductor de la configuración unitaria de movimiento. Esa centralidad con aquella base tan amplia, nunca más pudo repetirse en sus 76 años. Hubo experiencias, inclusive secesionistas, expresadas en el vandorismo, el neoperonismo, el acuerdismo, y la Tendencia bajo la dirección de Montoneros, que fue el momento culminante de la intención separatista frente a un Perón que vivía el preludio de su muerte.

En la coalición Frente de Todos la unidad está puesta en cuestión por la propia estructura ideológica de sus partes. Hay varias maneras  de ver la evolución posible del capitalismo o de una arquitectura no explicada y sin nombre todavía. Por una parte, se apunta a un capitalismo social que tenga simultaneidad de crecimiento con la distribución; que los procesos de acumulación se produzcan en los propios bolsillos de los trabajadores. En esta postura la presencia dominante del Estado, sin definir sus fronteras,  es preferida al mercado. Esto se agrega a la postura de restauración de una alianza regional progresista, hoy en reflujo comparada con veinte años atrás, y que juegue a ser el obstáculo del control geopolítico norteamericano.

Esta postura toma de la historia del peronismo solamente su faz izquierdista como si fuera el único perfil, o el perfil que justificaría la existencia del peronismo. La otra posición apuesta a un desarrollo del capitalismo con una modalidad que se funda en el posibilismo que surge de la lectura de la situación mundial y regional en que reconoce consciente o inconscientemente la relación de fuerzas a nivel global, incluyendo en lo dominante a la democracia liberal y el individualismo. Y trata de construir un espacio reformista dentro del sistema, y utilizando los espacios de la democracia republicana apunta a consolidar el camino de la justicia social y la soberanía, pero a través de un camino más largo y controvertido. Por eso hace gestos de pertenecer al mundo real y desigual, y no caer en el vacío de conductas jacobinas que concluyan en un fracaso: en otro fracaso.  


Foto: Pepe Mateos / (Télam – Archivo)

Este peronismo no K también es populista pero más cercano al desarrollismo como discurso del desarrollo económico. Encuentra o encontraba en Lavagna a un referente eficaz de su proyecto, y transita, como varios gobernadores, por la avenida del medio.

Luego del 12 de setiembre esta fracción se ha puesto en marcha tras un aletargamiento provocado por la distancia que fue tomando el Presidente y su acercamiento al kirchnerismo. Las fotos de Alberto Fernández con Manzur pueden verse en los titulares alrededor del 10 de diciembre del 2019; ahora han vuelto a compartirlas.  El Presidente es un protagonista original del posibilismo que se balancea, que le toca ir y venir para que la fuerza centrípeta no se extinga. En una labor que no luce, Alberto Fernández sigue siendo el punto en el espacio sobre el cual atraviesan las diversas rectas y chocan las contradicciones. Preocupa cómo será el día después para el Presidente considerando que es una de las piezas más frágiles del tablero, aunque conserva su inevitabilidad institucional. Los que son evitables son los denominados fusibles que rodean al Ejecutivo.

La emergencia económica y financiera, y un resultado adverso, serían una gran tentación para endurecer posiciones, y muchos imaginan que CFK el 15 podrá decir “yo les avise”; “relean mis cartas”; pero su mirada distintiva estaría clavada en su compañero de fórmula. Mientras agita a su base denunciando al FMI, sabe que hay que sentarse a negociar.  Pero, no se espera que recomiende públicamente tal cosa, ni siquiera que lo diga. En cambio, el peronismo no kirchnerista trata de no ahorrar gestos amigables hacia aquellos que tienen la llave de las inversiones. No hay ni habrá plata para pagar la deuda, pero el tema son las condiciones del FMI para prestarnos o prestarse la plata con que pagarles. Tiempo e intereses, más la auditoría externa, son los temas claves. (a estas funciones conocidas como Artículo IV y que incluyen la inspección sobre la política fiscal, monetaria, cambiaria y financiera, ahora se suman la desigualdad, el cambio climático y la tecnología digital.) 

El corrimiento provocado por la desventaja electoral y la crisis estimula la fuerza de la identidad y separación del conjunto, y pone a prueba la unidad de la coalición gobernante. Mientras que en la otra orilla, la alianza opositora vive los beneficios de la unificación que rodea al éxito; lección aprendida de la performance del panperonismo en el ´19.

Sin embargo, hay una tensión hacia la diferenciación montada sobre una revitalizada UCR que no quiere el regreso de Macri y quiere competir con Larreta. El Jefe de Gobierno ensaya un desplazamiento hacia el centro hablando del daño que pueden provocar los monopolios. Una captura novedosa en boca de quienes han omitido nombrar al poder subterráneo que se oculta detrás del trono.

El gran dilema está en cómo transformar la realidad para asegurar el desarrollo económico y la disminución del desequilibrio social. El dilema es: si el camino debe estar elegido según la ideología o se trata de resolver desde el posibilismo. Alrededor de este eje gira la política del Frente, explica sus controversias internas y marcará su futuro.  

Muchos interrogantes se acumulan entre el 14 y el 15 del mes actual. Es posible que estemos frente a una reconfiguración de las principales fuerzas políticas, otras formas de unidad, nuevas alianzas y la necesidad de preparar a un país para seguir caminando por el desierto.

Estos momentos son esperanzadores para la coalición de centro-derecha. Pero, también padece de escasez, dada que esta fuerza no puede asegurar a la sociedad mucho más que una victoria electoral el día 14.

*Lic. en Sociología. Dr. en Psicología Social. Profesor Universitario. Titular de R.Rouvier & Asociados.

Fuente: La Tecl@ Eñe

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